sábado, 6 de febrero de 2010

Correr como gato por ascuas

Señalar una aciaga fecha contemporánea desde la que dirigentes políticos de la cuerda independentista en Catalunya hipotecan el futuro de la colectividad para la que debieran gobernar como integrantes del Tripartito se me antoja un descabellado atrevimiento. No obstante, me atrevería a opinar que, de un tiempo a esta parte, evidencian una supina incapacidad para atajar la pérdida de votos que de modo acusado padecen, espoleados por un incontenible ímpetu por demostrar que a nacionalistas no les gana ni el más pintado... aunque para ello en ocasiones se salgan del mapa y los limitados recursos públicos acaben por dar un brinco para salvar el escollo pirenaico -Francia- donde erigir aulas en las que poder aleccionar en la “llengua patria”. En su huida hacia adelante, redoblan su característico empecinamiento por anteponer un modelo reducido de una particular y peculiar “nación” que colisiona frontalmente con los intereses perentorios de una creciente mayoría de ciudadanos que en tiempos de convulsión económica se sienten ávidos de pragmatismo político. Resulta harto significativo repasar las onerosas repercusiones que para nuestros empresarios suponen las pulsiones lingüísticas llevadas hasta el extremo de la sanción económica o la imposición de cuotas en las salas cinematográficas “privadas”. Del mismo modo, las pretendidas reorganizaciones territoriales destinadas a finiquitar las demarcaciones administrativas del Estado que, como el “Estatut”, no parecen destinadas a satisfacer una demanda social del conjunto de los ciudadanos. Sería osado afirmar que gran parte de la labor legislativa planteada desde el condicionado Ejecutivo del Palau de la Generalitat, por las huestes independentistas, va dirigida a la consecución de un conflicto de marras con el Gobierno Central con el anhelado propósito de reverdecer viejos repuntes -2004- en escrutinios electorales porque los adversarios políticos sí que parecen haber aprendido la lección y hoy por hoy sortean el envite con gran soltura. Más que osado, insensato sería pensar que todos sus cargos con responsabilidad política anteponen intereses crematísticos a la consecución de unos ideales. Sin embargo, ¿sería absurdo llegar a la conclusión de que tras una compleja organización política subyace una monomanía… la independencia, sin más?

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