miércoles, 13 de junio de 2018

Dos rumbos y un destino

Al paso que vamos en Cataluña, por mero instinto de supervivencia empresarial, una parte de la población acabará imponiendo la costumbre de colgar carteles en los bares al estilo de los de “se prohíbe cantar” en Andalucía: “queda terminantemente prohibido hablar de política”. Difícilmente podrán suceder las cosas de un modo muy distinto con los ultranacionalistas (independentistas) inoculado el veneno de la intolerancia a una parte muy significativa de la vecindad desde hace décadas en la Cataluña profunda y algún lustro en las áreas metropolitanas. Matrimonios, familias, grupos de amigos, trabajadores de una misma empresa, afiliados a un sindicato, miembros de una cámara de comercio o simpatizantes de un club deportivo han sufrido ya en sus propias carnes la infiltración de algún sujeto poseído de ese “yo” más tribal que acaba abriendo a las sociedades modernas en canal. A este respecto no son pocos los sujetos que a estas alturas pueden ser descubiertos con suma facilidad a lo largo y ancho de la geografía catalana con distintivos en favor de aquellos que tanto daño han causado al conjunto de la ciudadanía con su fingida y desmesurada exaltación del “ombligo patrio” mientras se llenaban los bolsillos propios. Pues bien, al mismo tiempo y paradójicamente, de seguir los acontecimientos por los derroteros políticos que van en este rincón de España, no sería extraño que sucediese en establecimientos públicos ya regentados por seguidores de estos fanáticos “estelados” que los carteles que presidiesen sus locales rezasen: “antes de entrar es obligatorio cantar Els Segadors” pudiéndose leer a continuación “el gesto de mala leche mientras se entona el Bon cop de falç! da derecho a mesas próximas a la estufa en invierno y al ventilador en verano”.

sábado, 2 de junio de 2018

La manzana de la equidistancia

Satisfacer desde “Madrit” a los que gobiernan en Cataluña pasa necesariamente por renunciar a ser de izquierdas porque la gente independentista de esta comunidad autónoma de España ya tiene nuevo “president” desde el 14 del pasado mes y desde ese preciso día el resto de catalanes ya tenemos otro “supremacista” de tomo y lomo en el Palau de la Generalitat convencido de que los ciudadanos de segunda (castellanohablantes y no-independentistas) deberíamos caer otro grado y encima mostrarnos agradecidos. En este rincón de la península hemos sufrido a una casta opresora (bien colocada ya en los tiempos del último dictador) con sueldos de escándalo y una impunidad que hasta hace unos pocos meses era más que alarmante y que en la actualidad aún sigue siendo más que anecdótica en un ámbito como el de la Unión Europea. Estos sujetos además han dedicado millones de euros en tratar de intoxicar a la opinión pública de medio mundo para hacer pasar a los verdaderos opresores por “pobrecitos” oprimidos. Y ante este orden de cosas, ¿quién será el guapo desde los poderes públicos del Estado que siga favoreciendo las desigualdades entre seres humanos en una parte de su territorio y pretenda continuar enarbolando la bandera de la igualdad y el progresismo ante los lúcidos ojos de la Historia?