miércoles, 29 de diciembre de 2010

Por la uña se saca al león

Tras la toma de posesión en la presidencia de la Generalitat de Catalunya de su quinto máximo representante, en la actual singladura democrática, descubrir “normalidad” y “plena fidelidad al pueblo de Catalunya” se me antoja gestión harto embarazosa. En las altas esferas institucionales, quien más, quien menos, puede apreciar una violenta desproporción de apellidos “patrios”, sostenida ininterrumpidamente en este periodo democrático, que da para enfrascarse en un raudal de conjeturas. En un pestañear, se alcanza a repasar cómo se apellidan los cinco presidentes, los miembros del que será futuro Govern o los componentes de cualquiera de los Parlamentos legalmente constituidos. Sin duda alguna, entre el pueblo llano, los factores transitan por derroteros diametralmente opuestos. Como, hoy por hoy, no me derrapan las neuronas, debo admitir que este singular capricho tan desviado de la Realidad se debe a la preferencia popular expresada periódicamente en las urnas. Sin embargo, por un sí o por un no, ¿sería descabellado sostener que la multiplicidad de los Montilla, Fernández, Cañas… normalizarían nuestras instituciones públicas más conspicuas? ¿Contribuiría en este sentido que el voto computase igual, a efecto de representatividad, indiferentemente de la división del territorio en el que se deposite?, ¿desviaría el resultado final que los partidos políticos eligiesen democráticamente a sus candidatos en primarias?, ¿operaría cambio alguno el hecho de que se optase por el sistema de “lista abierta” para que, en última instancia, siempre fuera la voluntad general quien determinase los miembros de cada partido político? ¡Vaya usted a saber! No obstante, sacaremos algo en limpio si en esta legislatura se acomete de una vez para siempre una Ley Electoral que anteponga la persona al territorio y en partido político, la democracia al totalitarismo. En suma, sé que para muchos ultracatalanistas se arma un trepe, cuando se advierte que en Catalunya “normalizar” las instituciones públicas, en lo tocante a apellido y “llengua” “patrio”, significa, paradójicamente, desempeñar la acción contraria a la que el sentido común indica. Créame, mi intención no es dar la tabarra, pero resulta que en toda tierra de garbanzos, seis gansos y seis gansas son… doce gansos.

Blog de interés: http://agorasocialista.wordpress.com/

miércoles, 22 de diciembre de 2010

¡Ah de la casa!

Acostumbro a anteponer la Razón al Sentimiento. A diferencia del nacionalista parcelario, me escudo en la Razón para salvaguardar lo que es mío: la Libertad. Mío no es el código lingüístico en el que por lo común me comunico, ni siquiera es mi patria un territorio determinado por más que haya nacido sobre él y en estos precisos momentos en él madure. Quizá por tan saludable inclinación doctrinal jamás colgó del balcón de mi casa bandera alguna, ¿y del suyo? Si alguien advierte sombra alguna de Nacionalismo en mi proceder es tanta como admite la concordancia con el mismo rigor argumental que me espolea a preferir Catalunya a la Tribu. Por consiguiente, es razonable que me sienta más español que catalán y prosiguiendo en este orden de razonamientos, más europeo que español, pero más cosmopolita que europeo. Es decir, que me tengo por lo que se da en llamar un internacionalista por antonomasia. No soy amigo de comulgar con nacionalistas al uso, mas no me duelen prendas si participamos de algún postulado. Antaño, mi abuelo materno fue recluido tres años en un campo de concentración franquista; hogaño, otros nacionalistas, desde instituciones públicas en Catalunya me conculcan derechos lingüísticos e ideológicos de modo totalitario; esto es, vulnerando el código legal vigente del que nos hemos dotado todos en Democracia. Rechazo de plano pasar de un extremo a otro; no obstante, entre mis preferencias no hallará doblar el espinazo o arar el mar. Por lo tanto, colaboro codo con codo con señalado partido político o deposito mi papeleta de voto en democrática urna aunque no comparta el ideario completo a pies juntillas. Vaya, que como me sé insignificante sólo trato de inclinar mínimamente la balanza programática de quienes nos gobiernan desde nuestras administraciones oficiales. Después de 43 años por estos parajes y algunos menos en uso de razón, aún no he tropezado con lengua o patria alguna que engendre seres humanos de sublime virtud. En último extremo, no soy individuo que ande arreglando discordancias a pedradas, conque de usted, que reside en suntuosa morada ideológica, sólo deseo apaciblemente que no me mire de través y santas pascuas.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Mascar, mientras ayuden los dientes

Sin novedad en el frente, esta nueva etapa política en Catalunya, arranca con la elección de la primera “Presidenta” del Parlament. En un soplo, ha ejercido el protagonismo que su cargo trae aparejado, al no escaparse por la tangente en entrevista realizada desde cierta emisora radiofónica. Inmediatamente, ha avanzado por qué cauces fluirán ríos de tinta en la novena legislatura: “el concierto económico o el pacto fiscal”. De tal forma que, nos espera más de lo mismo en la tarea de proseguir exacerbando a los ciudadanos con la monomanía de la “financiación autonómica”. Los resultados, tras el correr del tiempo, dirán si es palo o pedrada, puesto que en el pasado todo máximo responsable del Govern, incluido aquel perteneciente a la federación de la que forma parte, se vanaglorió de mejorarla substancialmente. No obstante, en lo concerniente a tangibles réditos para las clases gruesas de la sociedad, al menos en tres áreas básicas (Sanidad, Educación y Bienestar Social), siempre fue más el ruido que las nueces. Salvando los obvios avances que la investigación y la ciencia han puesto a nuestra disposición, incluso en tiempo de vacas gordas, la calidad del servicio público se vio mermada como tres y dos son cinco. Desde luego, no por falta de formación y buena voluntad en los funcionarios que la administran en última instancia. En este orden de cosas, no se comprende ni papa y da qué pensar que crecidas partidas presupuestarias oficiales no hayan cesado de canalizarse, por un tubo, hacia entidades privadas de modo exponencial. Tal es así que, desde hace demasiado tiempo, lo que se “dice” en nuestras instituciones políticas más inmediatas no entra en docena con lo que se “hace”. Vaya que, para muchos ciudadanos, a tenor de lo acaecido hasta ahora, viendo cómo trepan impuestos o tarifas de servicios de primera necesidad y cómo se desliza la excelencia de las prestaciones públicas, qué administración nos gestione el erario común ni fu ni fa. En dos palabras, quien lo tiene crudo para “recuperar todo lo que se ha perdido en estos años” no es la insensible casta política de Catalunya sino el más desfavorecido de nuestra sociedad al que descubrimos, a cada tanto, dando diente con diente en los gélidos y apenas protegidos soportales de las plazas de nuestros municipios. Sin rebozo, en lo tocante a la flamante “Presidenta”, lo cortés no quita lo valiente… ¡suerte y al toro!

jueves, 16 de diciembre de 2010

De ahí nace la tos a la gallina

En son de qué, nuestros representantes políticos en Catalunya, interpretaron que esto de gobernar las instituciones públicas iba de colocar cargos públicos de confianza (designación digital) en grado sumo. Por obra y gracia del Tripartito, en torno a medio millar de afines han comido la tira de tiempo de olla grande y ahora toca apearles el tratamiento porque quien presidirá la Generalitat en modo alguno aceptará esa bola. En una de esas, el más que posible sucesor a la Presidencia ya ha manifestado su intención de reducir en un burlesco porcentaje aquellos que los sustituirán. No es necesario masturbarse la mente para llegar a la conclusión de que resulta enormemente tentador para sus incondicionales políticos cubrirse el riñón, durante unos años, por medio de una mera y arbitraria designación oficial. En contraposición, solo pasa por gran estadista quien demuestra la talla de su liderazgo al moderar principalmente a sus propios partidarios. Con semejante declaración de intenciones, sólo nos resta, a los contribuyentes, hacer de tripas corazón o encomendarnos a san pies para evitar quedarnos en la espina de Santa Lucia. Es obvio que en todas partes cuecen habas, pero en la Comunidad Autónoma donde nací a calderadas y peor aún si, en dos paletadas, cualquier lugareño nos señala un ayuntamiento de minúsculo villorrio de nuestro territorio en el que hallaríamos una o varias de estas figuras de las que tanto goza rodearse quien ostenta el Poder. Es más viejo que mear en pared que mezclando lo malo con lo peor, en esta cuestión no iba a ser una excepción, dejamos el castaño oscuro para caer de bruces en la oscura boca de lobo. En sustancia, como la falta de liquidez de la tesorería pública es concluyente y ni a la de tres vamos a vedar el irreductible apego que demuestran nuestros gobernantes a obsequiarse con cargos de confianza, parece sensato exhortarlos a que se den el gusto cuando el número sea razonable; cuando no, que el mal hábito lo sufraguen de su bolsillo y todos henchidos de satisfacción… pasando de cuatro, cada uno fuma de su tabaco.

martes, 14 de diciembre de 2010

Hablar poquito y mear clarito

En vano, me he obligado a darme un buen tute intentando cobrarle ley a esta pulsión que muestran muchos representantes políticos de Catalunya en imponer su “llengua patria” incluso en los rótulos de nuestros comercios. Después de darme semejante panzada, todavía me ha sido preciso recurrir a la cruz y los ciriales para hallar sólo un punto digno de elogio. A diferencia de otros apartados de las leyes lingüísticas, en este concreto asunto y más aún en lo referente a las sanciones recaudatorias, sí aplican con celo el código legal vigente y no emplean, raro en ellos, la ley del embudo. En descargo de estos amantes de la imposición taxativa queda que la normativa legal no fue escrita en agua y aquellos que ahora descubren que no mancha linaje alguno el recurrir al Tribunal Constitucional en cualquier país democrático, entonces (1998) renunciaron a hacerlo. En casos contados, el encabezamiento de un negocio privado debería ser objeto de tanta atención por parte de nuestras autoridades y con más razón todavía en los tiempos que corren. Al hilo de lo anterior, como es de ley en cualquier democracia que se precie, sólo nos resta, a quienes no estamos de acuerdo con este orden de barbaridades legislativas, derogarlas en sede parlamentaria tan pronto como la oportunidad y los desequilibrios parlamentarios lo permitan. Dialogar con unos interlocutores que a calzoncillo quitado han sentenciado que en lo concerniente a esta materia no hay nada que hablar (tema sagrado), se me antoja misión harto difícil para el más pintado en este terruño. A buen seguro, inclusive cercado de adversarios con la declarada intención de hablar menos que mudos roncos, procede llevarse el gato al agua en buena lid. Para empezar, en las formas ya tropezamos con descuidos argumentales que no dicen mucho a favor de ellos por la colosal contradicción que adquiere relieve cuando profundizamos en cuál es el propósito de todo código lingüístico: la comunicación. Vaya, que allá se las compongan si no encuentran que entre las radicales posturas, no decir ni mu o hablar más que un ropero en día de fiesta, habita el término medio del que nos advertía el heleno filósofo. A más de la “exclusión” que desprende el concepto de la consabida Ley de Política Lingüística en lo tocante a la preferencia de sólo una de las más significativas lenguas propias que tenemos los catalanes, es de sentido común que imprime mejor en el ánimo colectivo el premio que el correctivo. No me hallarán hablando a tontas y a locas pero tampoco al paladar; por lo tanto, me resulta inexcusable no referirme al fondo de la polémica suscitada por la imposición, en rótulos de comercios, de la “llengua patria” de quienes menudean en torno al ultracatalanismo. En qué beneficia a nuestros tenderos coartarlos en la elección de las lenguas que mejor les convengan para hacer sus negocios más rentables y competitivos. Por descontado, las sanciones a las que, llegado el caso, han de hacer frente ni favorecen a los vendedores ni al conjunto de la población como potencial cliente, al menos en cuestiones pragmáticas. Además, en coyuntura de globalización de la economía, a qué inversor extranjero seduce traba accesoria o el obstáculo de no poder utilizar, cuando lo estime oportuno, sólo la lengua que le venga en gana, siquiera para este menester, con todo el poder selectivo que ello representa en subjetivas y legítimas políticas de imagen. Para rematar, sé que para algunos en Catalunya poner ahora sobre el tapete discrepancia alguna sobre el constreñido espacio de libertad en asuntos lingüísticos tiene la gracia como las abejas, en el culo. Qué voy a hacerle, en mi particular idioma el acento no recae en la formalidad sino en su uso mondo y lirondo… boca de verdades, cien enemistades.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Como pedrada en ojo de boticario

Pocos lugares hallará en Europa occidental, en la cual se presupone cierta calidad democrática, donde la impunidad con la que actúan ciertos políticos (ultracatalanistas) encuentre mayor y mejor gloria que en Catalunya. Pasa con demasiada frecuencia que si se pernocta bajo albergue nacionalista, todo lujo de atenciones a cuenta del erario público (subvenciones); si no… a la fonda del sopapo, que por un real dan dos platos. Basta echar un vistazo al libro de registro del Gran Hotel Parlamentario para percatarse de que los apellidos de categoría patria, minoritarios entre el pueblo llano, constituyen una arrolladora mayoría: revelador, ¿eh? A mayor abundamiento, figúrese que en el apartado de “motivo de la estancia” del formulario de inscripción, que con esmerada amabilidad hacen cumplimentar en recepción, el huésped catalanista, indica de manera explícita: “para quebrantar las leyes vigentes” (no acatar las sentencias de cierto tribunal, por poner un solo ejemplo de los muchos que prodigan en facilitarnos). Pues llegado el caso, la Hospedería de Interior del regio lugar se quedará más fresca que el dormitorio de una rana y con más razón que un santo porque es de justicia que la declaración del confeso es determinante pero no concluyente: paciencia y barajar. Le aconsejo que aún no se apee del burro en el asunto de marras porque al mejor escribano se le cae un borrón y, en las más de las veces, sucede que el jacobino huésped en sus fehacientes transgresiones legales, a la sazón, perjudica de manera manifiesta al conserje, maître o botones ante las mismísimas barbas del “detective d’esquadra” de la tetrabarrada Residencia Nacional. Pues ni por esas, “casualmente” el vigilante verá menos que un martillo enterrado en paja, esto es, que este endémico malhechor (“patriota”, como acostumbra a decirse por estos lares donde me trajeron al mundo) tiene todos los números para seguir campando por sus respetos. Es más, en ocasiones, hay humilde asalariado, que no sabe ni a tocino aunque le unten, que, en arranque de cándida osadía (suponga -sé que es mucho suponer-), se planta ante la Comisaría de la Dirección para informar del atropello a plana y renglón. No se sorprenda si el policía de turno (guasa aparte, a su seguro servidor le ha ocurrido en repetidas ocasiones; vaya, que es verídico) le espeta un “¿qué pretende que hagamos nosotros?, ¡vaya usted y ponga una denuncia al Juzgado!” y como hay agraviado que ante tamaña indefensión revienta antes que estar callado, entre dimes y diretes, acaba replicando un “si se me atraviesan los cables y le atizo una pedrada a la farola de ahí enfrente, ¿me denunciarán ustedes o también se cruzarán de brazos, esperando que otro modélico ciudadano se tome la molestia de ir al Juzgado a tramitar la acusación?”. Escribiendo en román paladino, no es necesario redoblar exhaustivas pesquisas para concluir que en Catalunya por ningún cabo se encuentra que muchos ultracatalanistas y las leyes de que nos hemos dotado en democracia confluyan. En suma, es feo como un pecado que lo advierta, mas topándose con alguno de los referidos… fíese de la Virgen, pero corra.

martes, 7 de diciembre de 2010

Quedarse en cruz y cuadro

En la vasta trayectoria pública del partido “socialista” en Catalunya (PSC), durante el actual período democrático, jamás se le vio tan contra las cuerdas como en estos días. Sacudido sin piedad por los resultados electorales del pasado 28 de noviembre, sorprende que sus líderes no cierren la guardia a puro garrotazo y tente tieso. Tal es así, que, la visión múltiple sobrevenida por años de arriesgada actividad, ahora, tras el golpe directo recibido, parece haberles producido incluso un desdoblamiento de personalidad o lo que es lo mismo… de alma. Mudables como la Luna, algunos de sus componentes, pertenecientes al sector ultracatalanista, prosiguen en su recital de fintas sobre refundación, de cara a la concurrencia, cual macarenos de taberna. No satisfechos con los golpes bajos lanzados durante dos legislaturas en el poder en contra de su parroquia de electores catalanes (que no catalanistas), ahora pretenden rivalizar con el mismísimo PSOE en el cuadrilátero del Congreso de Diputados. Entre asaltos, conmueve ver a los dirigentes derrotados en su esquina mirando el moco y no de dónde cuelga, mientras el ala más nacionalista, a su alrededor, no ceja en hacer mangas y capirotes con sus morrocotudos dislates patrióticos. Hay dicotomía en el verdadero púgil socialista que no muda cada semana, como camisa limpia: los partidos políticos como las instituciones públicas se deben a los ciudadanos y nunca al contrario como pretende el nacionalista a ultranza. Pero, en las postrimerías de la pugna, es de ver al cuidador de las esencias “verdaderas” ocultando la toalla mientras advierte al árbitro, en cómica pantomima, de la inminente mudanza del Partido al barrio de los calvos; es decir, a la fantasmagórica sepultura que él mismo ha excavado en el cementerio. ¡Jesús, María y José!

Igual le da “arre” que “so”

Me lo decía el corazón, que el que será cesante Vicepresident de la Generalitat no cejaría en proponer para los que comulgan con doctrina propia un sinfín de subvenciones públicas. Del mismo modo, estaba cantado, merced a su buen oficio, que recorrería las siete partidas de un extremo a otro del orbe sin dejar apenas tiempo para dejarse caer por casa siquiera a cambiar las mudas de su valija diplomática. Figuras de semejante calibre entran pocas en el quintal de la Historia, es por ello que se hizo perentorio rodearlo de patriotas de total confianza para tratar de hacer omnipotente la presencia de Catalunya en el Mundo a la manera de los virreyes de antaño. No es que pretenda ser el laurel de todas las salsas sino que se debe en cuerpo y alma a la observancia estricta del Estatut de Autonomía. De ahí se desprende ese llover a más y mejor las contribuciones, donativos y sostenes gubernamentales a organizaciones privadas de aquí pero también de acullá. En su obsesivo proceder, está siempre ras con ras “llengua pàtria” y “sobirania” del mismo modo que se codea la leche con el caldo de teta. En el tramo final de su mandato, viene rompiendo las cinchas para mejor dejar limpios los arcones públicos de polvo y paja: la friolera de casi nueve millones de euros aventados en la dirección pretendida. Las juventudes de su partido político, por chiripa, han sido agraciadas por enésima vez, ¡cosa excepcional!, con otro buen pellizco. Pero… no monten en cólera… quién les ha venido con el cuento de que estos son los incívicos que armados de botes de pintura y aerosoles nos dan la vaya practicando el arte parietal sobre lienzos de nuestros muros en pueblos y ciudades, estampando consignas independentistas firmadas con la misma sigla (JERC). De ser así, lo mismo, sin comerlo ni beberlo, nos acaban colgando el sambenito de cornudos y apaleados. Vaya, que, vacío ya el erario público, nos ponen en el brete de emitir otra remesa de bonos patrióticos, a altísimo interés, para pagar el adecentamiento de la cromática fiesta… ¡bueno va el óleo en Catalunya!

viernes, 3 de diciembre de 2010

Ligero como el ave de San Lucas

Estos días da que hablar el indecoroso sueldo y la pensión vitalicia, por desmesurados, que se embolsará quien presidió el Parlament de Catalunya después de abandonar el cargo oficial. Revela un provocativo insulto a quienes han visto menguada su irrisoria nómina o pensiones bajo la excusa de que las arcas públicas están hechas un bacalao. En este orden de cosas, para qué echar más leña al fuego trayendo a colación la exigua paga que se anuncia que dejarán de cobrar los desempleados sin prestación económica alguna. Vaya por delante que, contra individuo que se limita a demostrar buenas maneras al no despreciar aquello que se le ofrece, nada tengo que reprochar porque en ocasiones la necesidad come más que un sabañón. No obstante, el caso que nos ocupa merece echarle de comer aparte pues este conspicuo servidor público ha demostrado con creces ser poco amigo de apretarse el cinturón… en su vehículo oficial tampoco (deseo que se inclinen a interpretarlo en su sentido figurado, soy poco amigo de casar chanza y físico). A pesar de formar parte de una cuadrilla caracterizada en recordarnos machaconamente la maña que gastan los dirigentes políticos del resto de España en empobrecer al conjunto de catalanes; no se rasgó las vestiduras, mientras ocupó cargo de responsabilidad público, ni abanderó altruistas propuestas para que las retribuciones crematísticas de muchas figuras institucionales de Catalunya no doblaran a las de sus homólogos del conjunto del Estado. Quizá el independentista de pro nace con una innata habilidad para lograr que empresas donde el aprendiz multiplique por dos la remuneración del maestro sean el último grito en motivación y competitividad. Vaya usted a saber por qué en el imaginario soberanista el despropósito halla acomodo en el mullido y aterciopelado reposapiés de la justificación con una frecuencia pasmosa.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Burro de San Vicente, que lleva la carga y no la siente

Aquello que ocurre en Catalunya en lo referente a la “magnificación” de una corriente ideológica (independentismo) no se trata de una inocentada, tampoco de una pueril diversión, sino de la necesidad de supervivencia de un selecto poder político-social endogámico. Las más de las veces, ni siquiera circunscrito en torno a formaciones políticas declaradas inequívocamente independentistas. Por consiguiente, desde el orbe transversal nacionalista (CiU-PSC) se han activando todos los resortes a su alcance, el mediático y el nutrido entramado de sociedades civiles que subsisten al socaire de la subvención pública, con la intención de amplificar el mensaje, porque hasta la fecha les ha proporcionado pingües beneficios. Distraídas las masas en el territorio catalán en debates estériles, el dinero público, vía Generalitat, ha continuado fluyendo, incluso en tiempo de precariedad económica y financiera, hacía las élites de forma innegable. Asimismo, cierran este perverso círculo vicioso quienes ostentan la dirección en instancias superiores del conjunto del estado al continuar afanados en contrarrestar la supuesta avalancha independentista, tan contraria a sus intereses, con una burrada de traspasos competenciales. De momento, el conjunto del todo (España) no se ha transferido a la parte (Catalunya); no obstante, de seguir los acontecimientos por estos disparatados andurriales, haría bien en no descartarlo… no es mal amigo quien bien previene. Bromas aparte, cuantitativamente, el movimiento independentista en Catalunya, pasados unos nuevos comicios autonómicos, ha vuelto a menguar significativamente. En suma, si nos atenemos a lo sucedido en las muchas ocasiones en que esto ha ocurrido, a nadie extrañe que suban insoportablemente los decibelios de su cansina y machacona melodía soberanista; entiéndalos… burros serían si obrando del mismo modo esperasen resultados distintos a los que siempre han obtenido.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cada uno como pueda se explique y se rasque donde le pique

Estas pasadas elecciones al Parlament de Catalunya están precipitando a pie quedo la tramitación de irrevocables dimisiones en el seno de los partidos políticos que conformaban el Tripartit. Esta serie de forzadas renuncias, los protagonistas, no deberían atribuirla en modo alguno a tener la suerte de espaldas porque se lo han ganado a puro cojón. De todos era sabido que esta estridente alianza gubernamental reeditada hace cuatro años, la inmensa mayoría de los catalanes, no la quería ver ni en estampa. El mazazo con el que han sacudido a los tres partidos políticos en cuestión, aquellos que han decidido depositar su papeleta en las urnas, ha sido proporcional al grado de estridencia doctrinal que generaba cada formación con respecto a las dos restantes dentro de la tripleta. De ese modo se explica el impresionante desmoronamiento electoral de ERC y el anunciado cese en la actividad política de primera línea de quien llegó a presidir el Parlament de Catalunya durante dos convulsas legislaturas. Sin embargo, en lo tocante al máximo representante y principal responsable de estos pésimos resultados en los últimos comicios de la formación independentista, tira de espaldas su obstinación en aferrarse a un cargo que, en mi modesta opinión, siempre le quedó holgado. Pero, como no hay mal que por bien no venga, estos horribles siete años de Tripartit han servido para curarnos de espanto… porque quién sabe si el rumboso retrato del personaje aún lo hallaremos en los próximos carteles electorales diseminados por todos los municipios de la triangular geometría de Catalunya.