jueves, 11 de julio de 2013

¡Nacionalismo fantástico!

Más de tres décadas en las que el fanatismo patriotero ha sido el santo y seña más efectivo para medrar en Cataluña traen consigo que sea más importante la condición vanidosa del nacionalista que cualquier virtud del resto de ciudadanos. Por eso resulta habitual descubrir por cada esquina o cámara representativa a ciudadanos rasos o a líderes políticos discutiendo no sobre cuestiones apremiantes y racionales para ellos o el conjunto de personas que de ellos dependen sino de cuán nacionalistas son. Es decir que lo provechoso por estas latitudes es echar mano de esa fórmula casi infalible que consiste en proyectar un aceptable nivel de exaltación patriótica, auténtico o simulado, pero superior al del interlocutor o adversario político. Así pues, no extrañe a nadie que la responsabilidad de gobierno en Cataluña desde el 2010 no esté en manos de un President práctico y mesurado sino del supermán del nacionalismo del que no se sabe bien si muestra mayor grado de envanecimiento marcando goles a un portero de pega sobre el césped del Maracaná o cuando le da por hablar de Michelle Pfeiffer.

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