Desde el jardín de la rosa del PSC, perciben cierto tufo a “riesgo” y “división” ante las primarias que dirimirán si se exhiben en la ciudad condal con la flor del cantueso o de la canela. Conviene no perder ripio en este delicado asunto porque tanto pistilos como estambres están más verdes que el apio y nada indica que florecillas tan delicadas, indiferentemente de la seleccionada como distinguido ornato del quiosco socialista, tengan opción alguna de evitar marchitarse ante la rigurosa canícula que prevén los entendidos en cosas de la meteorología política. Es más, a pie de calle, muchos de sus antiguos electores contemplan desolados el baldío de verdadero “progresismo” en que, en los últimos años, han transformado el terreno ideológico que han cultivado ambos aspirantes. Así como en los comicios autonómicos, la artificial hibridación “socialista” surgida del abono de más de siete años en parterre de un ultracatalanista Govern, repercutió catastróficamente en las urnas; a escasos meses de las municipales parece difícil que no se corrobore otro revés electoral. Quizá en mayo, ante otro contrincante estándar de la botánica federación nacionalista, el varapalo podría ser enormemente más traumático. Por lo tanto, a tenor de los antecedentes, poco me sorprendería, si se confirma tan nefasto pronóstico, ver a los asilvestrados del sector ultranacionalista del PSC cimentar su invernadero sobre un roquedal montserratino con la patriótica pretensión de que los capullos de sus rosas desprendan fragancias y adquieran tetrabarradas irisaciones jamás sospechadas por sus adversarios de CiU.
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