viernes, 29 de abril de 2016

Con el ¡ay! en la boca

Cànoves i Samalús era, para quien esto escribe, que acostumbra a ir y venir por los pueblos de Cataluña, un rincón más o menos bucólico donde sus habitantes vivían con cierto sosiego y con bastante sentido del pragmatismo. Con todo y con eso, no faltaba quien necesitara otro devenir más conflictivo a modo de banderín de enganche para avivar causas ideológicas poco nobles. Así pues, como el nombre del pueblo ya debe ser todo un acicate para esa gente que se tiene por independentista, de cuando en cuando, aparecían algunas pintadas que insistían en que Samalús no era Cànovas y, ya puestos, que Cataluña no era España. De esta guisa, con más avenencia que desacuerdo, discurrían los días por este encantador recoveco del mundo asentado en las faldas del Montseny mientras su alcalde, un tipo grandote, campechano y tan raro que, pese a militar en el PSC, no bebe en las aguas del nacionalismo, se arremangaba y codo con codo con sus convecinos hacía lo que de un concejal en jefe se espera. Sin embargo, en los últimos comicios municipales, el tipo grandote y campechano, aunque obtuvo mayor apoyo ciudadano, fue remplazado en las tareas gubernamentales por quien se avino a hacer lo que unos pocos independentistas pretendían. Desde entonces, los plenos en el consistorio se suceden accidentados, en la calle los conflictos artificiales están a la orden del día y, para colmo de males, una oleada de robos en viviendas tiene a los sanos residentes de esta pequeña localidad del Vallès Oriental con el alma en vilo. Por consiguiente, y como no podía ser de otro modo con fanáticos políticos por en medio, en el ayuntamiento de Cànoves i Samalús andan ocupados en sus desvaríos independentistas y poco más. Total que, con el correr del tiempo, los vecinos de este municipio han pasado de estar en algo parecido al edén a tener el ¡ay! en la boca y de añadidura una cuota que pagar a la Associació de Municipis per la Independència.

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