miércoles, 23 de marzo de 2011

Amigos de las entretelas

Con el cúmulo de vivencias que nos ofrece este peculiar modo de ordenar las relaciones sociales en Occidente, es normal que todo quisque tenga amigos. A vuela plumas, no parece descabellado sostener que éstos puedan ser básicamente clasificados de tres modos bien característicos, a saber, amigos del asa, amigos de pelillo y amigos hasta las aras. Es decir, los bonísimos amigos, los amigos malos y los que sin ser contenidos bajo el epígrafe de los unos puedan serlo de los otros, vaya, los que lo son sin asomarse a extremo alguno. No son pocas las ocasiones en las que, aquellos que tienes catalogados como buenos amigos, son los que ocasionan mayores contrariedades y conflictos ya que con los malos declarados rara vez bajas la guardia. En mis años de adolescencia uno de estos amigos tarambana me preguntó “sin más” que dónde compré los materiales para unas reformas que acometí en mi domicilio. Con el trascurso de los meses, el propietario del negocio en cuestión me llamó para advertirme de que aquel “amigo” que se le había presentado como “recomendado por mí” le adeudaba una cantidad de materiales significativa. Como en esto de las amistades también el rodar de la vida es una academia inmejorable yo aprendí la lección cuando aún no había abandonado la mocedad. Ahora en plena madurez, cuando un amigo me formula alguna pregunta o consulta yo… sigo obrando con igual proceder: decencia y lealtad. Ahora bien, me consta que corren por este mundo individuos que todavía no han asimilado esta lección y que continúan presuponiendo que la “Amistad” opera algún tipo de transmigración de las cualidades y conductas de unos a otros. ¡Tal como lo digo y todos tan amigos!

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