miércoles, 19 de octubre de 2011

¿Quién paga el pato?

El festín pantagruélico de caudal público, a modo de salarios, dietas y sobresueldos, que se han metido entre pecho y espalda nuestros representantes gubernamentales en Catalunya, durante los años de prosperidad económica, ensanchaba su ribete de escándalo cuando ciertos líderes nacionalistas y “socialistas” lo defendían a todo trance. ¡La leche! Puesto que nuestros diputados autonómicos son conocedores del mosqueo que estos fabulosos sueldos suscitan en la inmensa mayoría de la sociedad, han divulgado que declinarán embolsarse una de las catorce nóminas del próximo año. Unas asignaciones económicas, sin correspondencia con la de sus homólogos del Estado, no sujetas a reglamentaciones de estamentos superiores ni a beneplácitos explícitos de los ciudadanos (paradójicamente cuando muchos de los diputados autonómicos se pirran por celebrar consultas o referendos sobre modificaciones legislativas que les otorguen más poder) y de las que se han dotado sin comedimiento alguno. ¡Caramba! Un ejemplo que podría contribuir a poner en claro este extraordinario fenómeno sería algo aproximado al dislate que supondría que, en cualquier taller, el aprendiz estipulara su propio sueldo, incluso muy por encima del que percibe su maestro, y sin que el propietario tuviese capacidad de decisión alguna sobre este peculiar orden de factores. ¡Su tía! Por consiguiente, aunque renuncien a una sola paga extra y hace unos meses se hayan mínimamente disminuido la mensualidad, nuestros diputados autonómicos todavía están muy lejos de igualar el sacrificio al que están abocando al resto de la población el conjunto de nuestros representantes gubernamentales que, pese a la que está cayendo, aún salvaguardan sus particulares intereses con una poderosa ventosa pegada al dinero público. ¡Medrados estamos!

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