jueves, 16 de diciembre de 2010

De ahí nace la tos a la gallina

En son de qué, nuestros representantes políticos en Catalunya, interpretaron que esto de gobernar las instituciones públicas iba de colocar cargos públicos de confianza (designación digital) en grado sumo. Por obra y gracia del Tripartito, en torno a medio millar de afines han comido la tira de tiempo de olla grande y ahora toca apearles el tratamiento porque quien presidirá la Generalitat en modo alguno aceptará esa bola. En una de esas, el más que posible sucesor a la Presidencia ya ha manifestado su intención de reducir en un burlesco porcentaje aquellos que los sustituirán. No es necesario masturbarse la mente para llegar a la conclusión de que resulta enormemente tentador para sus incondicionales políticos cubrirse el riñón, durante unos años, por medio de una mera y arbitraria designación oficial. En contraposición, solo pasa por gran estadista quien demuestra la talla de su liderazgo al moderar principalmente a sus propios partidarios. Con semejante declaración de intenciones, sólo nos resta, a los contribuyentes, hacer de tripas corazón o encomendarnos a san pies para evitar quedarnos en la espina de Santa Lucia. Es obvio que en todas partes cuecen habas, pero en la Comunidad Autónoma donde nací a calderadas y peor aún si, en dos paletadas, cualquier lugareño nos señala un ayuntamiento de minúsculo villorrio de nuestro territorio en el que hallaríamos una o varias de estas figuras de las que tanto goza rodearse quien ostenta el Poder. Es más viejo que mear en pared que mezclando lo malo con lo peor, en esta cuestión no iba a ser una excepción, dejamos el castaño oscuro para caer de bruces en la oscura boca de lobo. En sustancia, como la falta de liquidez de la tesorería pública es concluyente y ni a la de tres vamos a vedar el irreductible apego que demuestran nuestros gobernantes a obsequiarse con cargos de confianza, parece sensato exhortarlos a que se den el gusto cuando el número sea razonable; cuando no, que el mal hábito lo sufraguen de su bolsillo y todos henchidos de satisfacción… pasando de cuatro, cada uno fuma de su tabaco.

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