jueves, 18 de noviembre de 2010

De día no veo y de noche me espulgo

La Política en Catalunya requiere tal higienización que pongo en duda que un concienzudo barrido, un enjabonado persistente y un abundante baldeo sean suficientes para disipar el tedio, la resignación y la desconfianza que provoca en el grueso de la ciudadanía. No obstante, a la mayoría de representantes políticos no los hallará por ello llorando a moco tendido sino en disputas pueriles e insustanciales cuando no en magníficas y orquestadas maniobras de distracción para mejor entretener a la opinión pública mientras medran al amparo que les ofrece el Poder. Con la pertinaz crisis económica planeando sobre la mayoría de las familias que residen en esta comunidad, desde cierta formación política (por remarcar el último pretexto para traer a colación un tema que, de todos es sabido, es recurrente desde cualquier postulado ideológico) se han permitido deslizar, a los que somos naturales del lugar, que la actual legislación sobre la financiación de partidos obliga a bordear no sé qué líneas legales para mejor sufragar los gastos que la desacreditada actividad trae aparejada (explicado de este modo incluso despiertan cierta conmiseración, ¿verdad?). Sin embargo, obvian irrespetuosamente que el deseo generalizado del contribuyente es restringir significativamente las ingentes partidas presupuestarias destinadas para tal menester (a quien guste presentar alguna duda sobre lo extendido de la pretensión se le aplaca el prurito invitándole a hacer un referéndum –consulta popular tan anhelada para otros menesteres menos demandados-). Por consiguiente, desde el poder gubernativo, o en su defecto desde el que lo ostentó sucumbiendo a semejantes debilidades, no vacilarán un solo instante en desautorizar sistemáticamente, sin sonrojo alguno, al osado que se manifieste en contra de este perverso orden de cosas establecido desde arriba, con dislates semejantes al “estamos hablando de cantidades insignificantes” (¡más insignificante es la revalorización anual de la pensión de mi querida mamá y…!). Tras el primer golpe defensivo, pasa a ser ineludible contraatacar taimadamente, justo en ese preciso instante en el que reina cierta mezcla de desconcierto e indignación en quien se ha convertido ya en declarado adversario, y lo hacen tratando de seducir al “pesado”. Tienen por costumbre esbozar una almibarada sonrisa al tiempo que espetan un “convénzase, buen hombre, esto que para usted es un gran handicap para el óptimo gobierno de nuestro maltrecho erario público, en realidad, no pasa de ser el chocolate del loro”. Pero si llegado a tan indeseado extremo, el “inoportuno” ciudadano de turno es, además de tozudo, tan corto de entendederas que no capta que nada tiene que hacer ante quienes atienden las apremiantes necesidades del pueblo llano como los que oyen llover, pues, ¡ay madre!, además de retirarles el vocativo de “buen hombre” en menos que canta un gallo, son muy capaces de jurar y perjurar, por lo más sagrado, que susodicho individuo es, ni más ni menos, que el hijo de la mismísima Demagogia.

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